No obstante su cada vez más prometedora trayectoria, se percató de que algo falta en su vida: “Un día entré en la iglesia de santa Anastasia, en Roma. Buscaba de alguna manera la ayuda de Dios. Se me acercó un sacerdote y me dijo: “¿qué quiere de Él?”. Yo le dije: “Nada. Soy una pecadora”. Cuando me hizo la señal de la cruz en la frente, sentí que mi corazón se abría y se llenaba de Jesús. Las rodillas se me doblaron, me tuve que sentar y empecé a llorar”.
lunes, 7 de junio de 2010
No obstante su cada vez más prometedora trayectoria, se percató de que algo falta en su vida: “Un día entré en la iglesia de santa Anastasia, en Roma. Buscaba de alguna manera la ayuda de Dios. Se me acercó un sacerdote y me dijo: “¿qué quiere de Él?”. Yo le dije: “Nada. Soy una pecadora”. Cuando me hizo la señal de la cruz en la frente, sentí que mi corazón se abría y se llenaba de Jesús. Las rodillas se me doblaron, me tuve que sentar y empecé a llorar”.
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Muy bueno, estas historias son excelentes para mostrar a tantos decreídos de hoy, inclusos a católicos tibios que no se dan cuenta lo que estan perdiendo con tantas excusas que anteponen.
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