domingo, 20 de junio de 2010

Saramago y la canonización de un Nobel

A estas alturas quizá ya muchos sepan que murió el escritor portugués José Sousa, mejor conocido como José Saramago (Azinhaga, 1922). Llama la atención la casi unánime pleitesía rendida a un escritor cuyo mérito fue la polémica, el insulto hacia lo cristiano y la adhesión inquebrantable al comunismo puro y rudo.

El que escribe ha tenido en sus manos dos obras de Saramago. La primera fue en mis tiempos de estudiante de letras, cuando uno desea devorar libros en el sano prurito de un mayor bagaje literario. Y reconozco que no fue agradable la experiencia y que casi pierdo la vocación de lector.

Si acepté leer una segunda obra –un par de años más tarde– fue por echar la culpa del primer disgusto a mi incipiente catadura de textos. Pero la experiencia no fue distinta con este autor y sí muy agradable y provechosa con otros. Para entonces ya tenía claro que la obra de una persona, su ideología y su vida, son casi siempre la misma cosa. Y en el caso de Saramago su vida, su ideología, y en buena parte también su obra, era el comunismo estalinista y el pensamiento de Kafka.

La influencia comunista le llevó a concebir un universo literario del cual era él el plenipotenciario. Fuera verdad: él era el criterio y única vara para medir. De ahí al pesimismo como fondo de su obra no hubo mucha distancia.

Y como el comunismo inventó que la religión era el opio del pueblo, Saramago no sólo lo reflejó en sus obras (por ejemplo Evangelio según Jesús, 2001; y Caín, 2010), sino también en sus recurrentes palabras hechas artículos al que más de alguno calificó de frecuentes exabruptos.

Entre algunos de sus exabruptos frecuentes recuerdo el ocurrido a raíz de la visita que a inicios de febrero de 2009 hiciera el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, a España. El entonces longevo escritor portugués radicado en España se desvivió en bufidos contra el Estado Vaticano, el Papa, los obispos y la Iglesia católica en general.

En su blog (tan citado como poco leído) afirmó que esos señores –los obispos– se suponen “investidos de un poder que sólo nuestra paciencia ha hecho perdurar […] Se dicen representantes de un Dios en la tierra (nunca lo han visto y no tienen mayor prueba de su existencia) y se pasean por el mundo sudando hipocresía por todos los poros”. No decía por qué, pero los intelectuales de salón evitaban poner objeción al dixit saramaganiano.

Y más adelante continuaba la arremetida: “Ante el lento pero implacable hundimiento de este Titanic que es la Iglesia católica, el Papa y sus acólitos, nostálgicos de un tiempo en que operaban de modo criminal, el trono y el altar, recurren e todos los medios […] para inmiscuirse en la gobernación de los países…”.

Por entonces las críticas de Saramago fueron contestadas, nada menos, por un reconocido protestante español, el también escritor César Vidal. En un artículo publicado por el diario La Razón (Cf. El exabrupto de Saramago, 10.02.2009), Vidal decía: “…Saramago hace referencias a la Inquisición y a las ventajas fiscales del clero. No creo que existan ya católicos que defiendan la Inquisición, pero Saramago aún no entona el “mea culpa” por su apoyo al comunismo que se llevó por delante cien millones de vidas en el siglo pasado. Por lo que se refiere al privilegio fiscal, durante años me pregunté por qué Saramago no vivía en su país de origen y tributaba ahí para bien de sus compatriotas”.

Los desplantes irónicos de Saramago (más irónicos después de que le dieron el Nobel) se multiplicaron con el tiempo. Desde la tierra que no era su patria, Saramago lanzó y lanzó invectivas contra la fe de millones de personas. La última de ellas fue en octubre de 2009 al publicar su última obra titulada “Caín”.

En esa ocasión su aquelarre fue específicamente contra la Biblia a la que tachó de “manual de malas costumbres, un catálogo de crueldad”. En su país de origen no fueron pocas las desvinculaciones respecto a un escritor que parecía desconocer el gaje del propio oficio. Así, el conocido bestseller Miguel Souza Tavares dijo que en Saramago todo es vanidad y corrupción mientras que la revista GP le llamaba “loco por publicidad”.

Curioso que la misma persona que gustaba de recordar insistentemente la inquisición y las cruzadas (con más tufillo de leyenda que de realidad histórica), pasara de largo a los campos de concentración del comunismo que defendía los así llamados Gulags, con sus millones de víctimas.

Ahora que Saramago pasó al encuentro con el Dios de Caín –y de Abel– todo lo anterior no se dice, pero convenientemente se olvida. De otro modo la canonización laica no podría colocarle en el pedestal del santoral de los Nobel.
  1. En efecto, al fin y al cabo Saramago, haciendo honor a su muy acendrada naturaleza humana, despotricó siempre no contra el Cristianismo (al que nunca conoció realmente), sino contra la Iglesia Católica Apostólica Romana; pero olvidando el ala cristiana más antigua: La Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa, de la cual jamás parece haber tenido noticias, pues nunca la cita. Inexplicable en un Premio Nobel.
    Pero el asunto más llamativo es que calló siempre -y muy mañosamente- las matanzas a sangre y fuego que sus correligionarios y camaradas ateos y comunistas llevaron a cabo durante la primera mitad del siglo XX.

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  2. Yo lo único que quiero resaltar es que cuando yo estaba pequeña, ahora paso los 30 años, para mí los galardonados con el premio Nobel eran personas que eran modelo positivo. Ahora, en algunos casos que me entero me siento defraudada al respecto.

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  3. Yo soy creyente y a pesar de eso siento una gran admiracion por un hombre que apesar de no serlo vivio y actuo como si lo fuera, él no insulta ni despotrica contra nadie, solo plantea las cosas para hacernos reflexionar, lamentablemente hay demasiada hipocresia en el mundo, él fue un hombre transparente, y si se equivoco solo Dios lo puede juzgar.A mì sus libros me encantaron, él no se burla de Dios, él se burla del dios que nos quieren hacer creer, de como nos cuentan la historia, de como nos quieren manipular tomando el nombre de Dios.

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  4. Primero felicitarle por su blog... he leido varios de ellos en los que me parece atinado su criterio, debo ser objetiva y señalar que en esta ocasión no voy por la misma via que usted... El Sr. Saramago era un ser libre que regalo al mundo, a quienes amamos la lectura, pedazos de arte y sentimientos, un hombre que optó por utilizar el Libre Albedrio que Dios no ha otorgado, por lo que eligió no "creer" como muchos... lo cual también es respetable, supongo que la grandeza de todos radica en observar los puntos que hacen maravillosas a las personas, Saramago era un maestro al crear historias en letras, y ese es su mayor legado en el terreno mundano, Dios, como la persona que señaló en el comentario anterior, es quien se encargara de replicarle a Don Saramago que cosas no fueron bien atinadas en su viaje a este mundo y que cosas si... seguro Dios, nuestro padre, no será severo con Él, pues es bueno, y ama a todos, inclusive aquellos quienes dudaron de su existencia y su poder... Como catolicos, siento en mi humilde opinion, debemos aprender a ser Inteligentes y tomar de todas las personas lo mejor de ellas, aprender de ellas, de personas grandes como el Sr. Saramago, que si, pudo haber pecado de muchas cosas, pero yo, en lo particular, prefiero quedarme con las multiples cosas buenas que aprendí de su maravilloso arte de escribir...

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  5. Nunca leí una obra completa de Saramago. Por algunos textos de él estoy segura que no compraría sus libros. Sin embargo, si su obra es buena, necesariamente incluye los criterios de Verdad, Bondad y Belleza. Si falta alguno de estos elementos, yo me cuestionaría el por qué del premio, al margen de sus convicciones.

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