miércoles, 1 de septiembre de 2010

El Papa, Hildegarda de Bingen y el cine

Benedicto XVI es el Papa de las sorpresas. Y esta vez volvió a sorprender dedicando una catequesis completa, la del miércoles 1 de septiembre de 2010 (y prometiendo una más para el miércoles 8), a una santa medieval: santa Hildegarda de Bingen.

Hay a quien le suena el nombre pues su vida es el centro de la película Visión que el 27 de agosto de 2010 llegó a los cines españoles y pronto a Latinoamérica en versiones DVD.

¿Una monja de clausura da para una película? Si da para dos catequesis, la respuesta es más que positiva. ¿Algunos trazos previos sobre la personalidad de esta alemana del siglo XII? Sumamente interesantes; los daba el Papa en su audiencia:

Nació en 1098 en Renania, en Bermersheim, en los alrededores de Alzey, y murió en 1179, a la edad de 81 años, a pesar de la permanente fragilidad de su salud. Hildegarda pertenecía a una familia noble y numerosa y, desde su nacimiento, fue entregada por sus padres en voto al servicio de Dios.

A los ocho años, para recibir una adecuada formación humana y cristiana, fue confiada a los cuidados de la maestra Jutta de Spanheim, que se había retirado en clausura en el monasterio benedictino de san Disibodo. Se fue formando un pequeño monasterio femenino de clausura, que seguía la Regla de san Benito. Hildegarda recibió el velo del obispo Otto de Bamberg y, en 1136, a la muerte de la madre Jutta, convertida en Superiora de la comunidad, las hermanas la llamaron a sucederla.

Llevó a cabo esta tarea haciendo fructificar sus dotes de mujer culta, espiritualmente elevada y capaz de afrontar con competencia los aspectos organizativos de la vida claustral. Algún año después, también con motivo del creciente número de mujeres jóvenes que llamaban a las puertas del monasterio, Hildegarda fundó otra comunidad en Bingen, dedicada a san Ruperto, donde transcurrió el resto de su vida. El estilo con el que ejercía el ministerio de la autoridad es ejemplar para toda comunidad religiosa: éste suscitaba una sana emulación en la práctica del bien, tanto que, según los testimonios de la época, la madre y las hijas competían en amarse y en servirse mutuamente.

Tráiler en alemán con subtítulos en inglés de la película Visión

Ya en los años en los que era superiora del monasterio de san Disibodo, Hildegarda había empezado a dictar sus visiones místicas, que recibía desde hacía tiempo, a su consejero espiritual, el monje Volmar, y a su secretaria, una hermana a la que tenía mucha estima, Richardis de Strade. Como siempre sucede en la vida de los auténticos místicos, también Hildegarda quiso someterse a la autoridad de personas sabias para discernir el origen de sus visiones, temiendo que éstas fuesen fruto de ilusiones y que no viniesen de Dios. Se dirigió por ello a la persona que en sus tiempos gozaba de la máxima estima en la Iglesia: san Bernardo de Claraval, del que ya he hablado en algunas catequesis. Este tranquilizó y animó a Hildegarda. Pero en 1147 ella recibió otra aprobación importantísima.

El papa Eugenio III, que presidía un sínodo en Tréveris, leyó un texto dictado por Hildegarda, que le había sido presentado por el arzobispo Enrique de Maguncia. El Papa autorizó a la mística a escribir sus visiones y a hablar en público. Desde aquel momento, el prestigio espiritual de Hildegarda creció cada vez más, tanto que sus contemporáneos le atribuyeron el título de "profetisa teutónica". Y esto, queridos amigos, es el sello de una experiencia auténtica del Espíritu Santo, fuente de todo carisma: la persona depositaria de dones sobrenaturales nunca presume de ello, no los ostenta, y sobre todo, muestra total obediencia a la autoridad eclesial. Todo don distribuido por el Espíritu Santo, de hecho, está destinado a la edificación de la Iglesia, y la Iglesia, a través de sus pastores, reconoce su autenticidad”.

Como se ve es una historia apasionante: la historia de una mujer a la que la Iglesia y la historia deben tanto; una mujer que, en su época, desde un convento, fue poeta, mística, conocedora de música, medicina y profetisa; una mujer –como decía el Papa– “que nos habla con gran actualidad también hoy a nosotros, con su valerosa capacidad de discernir los signos de los tiempos, con su amor por la creación, su medicina, su poesía, su mísica, que hoy está siendo reconstruida, su amor por Cristo y por su Iglesia, sufriente también en aquel tiempo, herida también en aquel tiempo por los pecados de los sacerdotes y de los laicos, y tanto más amada como cuerpo de Cristo”.

Tráiler original en alemán de la película Visión

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