jueves, 23 de abril de 2020

Internet, clases y pandemia: una reflexión para sacudirse de falsos problemas


Ya sabemos que hay millones de niños sin clases (861,7 millones en el mundo de acuerdo a datos de la UNESCO). Es sólo una de entre las muchas consecuencias de esta pandemia. Muchos de esos niños pueden seguir un ritmo muy parecido al lectivo gracias a que sus escuelas y/o familias pueden ofrecerles tanto los dispositivos para seguirlas como el internet para conectarse. Pero… ¿nos damos cuenta que eso pasa en un mínimo de la población?

¿Se han puesto a pensar cuántas casas en México tienen un contrato de internet estable? Latinoamérica no debe ser muy diferente. Muchos no tienen para comer, menos van a tener para pagar una mensualidad de este tipo. Y si esto pasa en las ciudades, ahora imagínense el ámbito rural.

Según la “Encuesta sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación en los Hogares” realizada por el INEGI en México (véase completa aquí https://bit.ly/2S2d7T5) sólo hay 18,3 millones de hogares con conexión a internet, lo que representa el 52,9% del total de hogares del país. En zonas rurales apenas un poco más del 40% de la población tiene alguna forma de conexión.

El otro día pensaba: “y esos niños y niñas, ¿qué están haciendo entonces?”. Agréguenle que muchos papás y mamás tienen que trabajar y por tanto los niños se quedan solitos. De verdad mamis que pueden estar al pendiente de sus hijos, no dejen de agradecer a Dios por esta bendición. Seguro que andan cansaditas, ¡cómo no! Nunca se vieron de maestras y terminaron con escuela en casa. Pero no es lo mismo poder estar ahí que quedarse con la angustia de la incertidumbre.

Hay casos (y casas) en los que sí hay internet pero no hay dispositivos para todos. Incluso entre familias de mejor posición social es la mami la que presta su celular a un hijo, el ipad al otro y la computadora al otro… porque no hay para que cada uno tenga todo.

También pensaba el otro día en miles de niños que ahora están en casa expuestos a violencia física, psicológica y/o sexual. La escuela era para ellos su única salida a ese ambiente de acoso. Porque si no lo sabían el hogar es al día de hoy el principal lugar de violencia contra los niños, según la UNESCO (véase https://uni.cf/2KskkYr).

Y ahora pasemos a los maestros… Creo que muchos padres de familia se están dando cuenta que el problema en la educación de su hijo no era el maestro ni la escuela… Al grado de que hay quien ha dicho, con un poco de humor e ironía, que si los científicos no encuentran la vacuna la van a encontrar los papás con niños en casa. Su urgencia no es para menos.

La verdad miles de maestros están en circunstancias de conexión análogas a las de millones de niños. Y pese a todo hay faros luminosos de aliento y esperanza…

El otro día leí un testimonio bellísimo de un maestro y una maestra que pasaba por cada casa de cada uno de sus alumnos para dejarles tarea y recogerla pues ni ellos ni los niños tenían modo de conectarse por internet. Cómo no conmoverse ante ese extra que sólo Dios ve. Es justo valorar el trabajo de miles de maestros que honrosamente llevan ese título. Tal vez este periodo nos ha llevado indirectamente también a esto.

Y en esta línea va también la foto que pongo: una niña de escasos recursos que sigue las clases ordenadamente ayudada por la televisión, uniforme incluido. Y cada vez me convenzo personalmente más que el que quiere, puede. Y el que no, aunque lo manden a la mejor escuela del mundo no la va a hacer porque le falta lo principal: que le nazca.

Si eres de una de esas familias bendecidas por poder tener los medios para vivir de un modo más llevadero esta cuarentena no dejes de dar gracias. Y si puedes ayudar, de la forma más humilde y sencilla que puedas a otros (a veces con algo tan elemental como una sonrisa, una llamada o lo que Dios te inspire), ¡hazlo!

Quise escribir todo esto porque a veces me encuentros con personas desalentadas. Y todo esto nos hace ver que si bien tal vez no todo sea perfecto en nuestra casa, seguramente es mucho mejor que las condiciones en que se encuentran tantos otros. Y eso no es simplemente para decir “menos mal” sino para aprovechar estas bendiciones y ponerlas a trabajar por el bien de uno mismo y de otros.

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